viernes, abril 23, 2021

“Los ladrones de ideas”, la nueva obra de Luís Amézaga.

 


Copiaros los unos a los otros parece el mandamiento más sagrado y obedecido con natural determinación en la historia del conocimiento. Su construcción se la debemos, pues, a esa milenaria como accidentada consecución de trasferencias de información, experiencias, incalculables interpretaciones y errores que se repiten en los engranajes del tiempo. El tema es sustento en la obra del escritor español, Luís Amézaga, que con engalanado humor y ecuanimidad desarrolla sus reflexiones narrativas.

El libro se divide de dos partes: En la primera, pasaremos a ver un curioso episodio en la vida de dos hombres que gravitan en ambientes completamente distintos; Odie, escritor acomodado, y Lander, un indigente que se escurre estoicamente por las calles urbanas, y que por alguna razón, indiferente a la pobreza, ha decido darle la espalada a la modernidad. El diálogo nocturno entre ambos, acontecido en el apartamento de Odie, teniendo como telón de fondo un espíritu, en apariencia, solidario, en realidad, muestra una profunda curiosidad que poseen el uno del otro. Dada la notoria diferenciación, emerge, pues, el vanidoso intercambio de interpretaciones de la existencia. Y no importa que tan disímiles puedan ser las vidas humanas, la concluyente siempre será que todas coinciden en un solo punto: La muerte.

Partiendo de la misma, ambos acuerdan un generoso como polémico intercambio de ideas (a las cuales el simpático Odie llama “robo”), o inspiración tomada de una célebre novela del escritor Osamu Dazai, libro portado casi como una suerte de agenda por el resignado Lander. Dada la naturaleza de la obra y vida del escritor japonés, el lector se podrá dar una idea de hacia dónde va los tiros en esta historia.    

La segunda parte de la obra, es una ficción dentro de la misma ficción. Algo muchas veces ensayado en literatura, pero no por ello menos interesante. Se trata de un relato del propio Odie, llamado “El Gran Grano”. Un extraño, pero no menos morboso Reality Show, donde se encierran a un grupo de personas con padecimientos físicos y psicológicos en una casa, con el fin de que tal confinamiento, y la subsecuente desesperación, hagan florecer, y exponga, los males de cada concursante, para de esta manera despotriquen el uno contra el otro en pos de solazar a la audiencia.

Los personajes dibujados narrativamente por Amézaga, son, digámosle así, del mismo género que otros anteriormente desarrollados en su libro de cuentos titulado: Vuelos Rasantes. Así que Los ladrones de ideas vendría a ser como una discreta secuela de esas vidas a las cuales la felicidad parece vedada hasta en los propios sueños. No está demás mencionar la crítica social y el monopolio de las ideas por medio de los mal construidos derechos de autor que en ella reposa, así como el hecho de mercadear con la desgracia ajena, ambas a la espera de ser considerada por sus lectores.   

Finalmente, Amézaga, que hace tiempo dejó de lado la poesía para embarcarse de lleno en la narrativa, en la aventura de los cuentos, no dejará al lector sesudo, ni tampoco al menos experimentado, decepcionado. Salvo por ese exquisito y tan necesaria sensación de desear otras rondas de lectura. Más que una reseña, esta es una cordial invitación a leerlo y disfrutar de su extraordinaria forma de escribir o apreciar el mundo. En adelante, si me he “robado” alguna idea, consciente o no de ello, quizá consideraré no pedir perdón.  

 

lunes, mayo 08, 2017

Abismo


Estamos enojados hoy. En plena consternación por los últimos acontecimientos que nos aconsejan, por así decirlo, subirnos las sábanas y taparnos por entero la cabeza, para no ver y creer en este mundo. Quedarte metido en la cama parece el único escenario seguro si no deseas que te caigan piedras en la cabeza al salir de casa, al trabajo, o cuando pierdes el tiempo deambulando entre callejones oscurecidos y esquinas malolientes. Es un sin vivir, dicen algunos, pero de eso se trata precisamente la torcedura, de contradecir la armonía con el trastabillar y ese terrible grito que hacemos al caer a un abismo que nosotros mismo hemos ideado. 

martes, julio 19, 2016

Sensibilidad compartida. Umbral y Amézaga.


*Amézaga


Me alejo de algunos amigos que me duelen. Me alejo de su hijo porque a ambos nos duele su recuerdo. Me alejo de algunos escritores a los que admiro y cuya relectura me sigue impresionando, quizá más de lo debido. Umbral, don Francisco, es uno de ellos, el principal en mi acervo de estanterías con sobrepeso. Si dios se hizo verbo, Umbral es su complemento directo. Un hombre, con sensibilidad de hombre, si es que tal cosa existe. Atuendo de alta costura con palabras, que bien podía acabar en volantes de seda o a cuchilladas a la altura de las rodillas. La sensibilidad masculina es así, rompe lo que más quiere. Umbral jamás rompió una frase sin que te quedaras con el corazón en un puño. Qué talento, y el talento de los demás, depende de los días, me anima o me deprime. Umbral era único en la literatura, en su prosa mágica de contundente realidad. Por eso, aunque tengo un libro suyo, tentándome con su lomo ceñido, me resisto y me alejo. Me da miedo y me duele un genio tan al alcance de la mano. Su literatura está llena de hallazgos, cada pocas frases un ungüento prodigioso. Me alejo de los que me importan porque me duele perderlos. Y he aprendido a que no hay remedio, al final los pierdes. Umbral perdió a su hijo cuando éste era aún un niño. Siguió escribiendo, ¿escribiéndole?, para recuperarlo. Sus memorias narradas como quien tira del prepucio para atrás, estremecen con una poesía sin versos. Umbral hablando de Baudelaire, “tristes jornadas del fantasma gris”; de Kafka, “el inteligente cadáver”; de Cela, “tremedal caído”; de Cernuda, “corazón de ónix”; de Picasso, “con sus garfios de navío”. La sensibilidad masculina sí que existe. Viva el machismo.

Extraído del libro "Reloj de Arena". 

miércoles, octubre 14, 2015

Los Pliegues Ocultos


Reseña sobre el libro.

“-Vivimos en los pliegues magníficos de una existencia arrugada.

Una parte de esa existencia universal es develada por el poeta Juan Planas Bennásar (Palma de Mallorca, 1956), al menos la que le corresponde descifrar sobre esos secretos entrañables de la vida,  que sólo a través del largo viaje de la experiencia y su reflexión es posible interpretar con un penetrante lenguaje poético. Aunque este ejercicio  hermenéutico no sea más que la sombra de lo verdadero, de lo que escapa a la posibilidad concreta del ser humano: “El Poema escrito aniquila al poema ideado” es más que justa para dejarnos una impresión enriquecedora, el objetivo final del arte.

El autor se sirve de pliegues poéticos para confeccionar la estructura primordial de su obra; pliegues distinguibles, entrelazados o mezclados, a dos voces se dirá, que evocan reflexiones monologadas, versificaciones escurridizas de una consciencia oculta que llama al ajuste más preciso y honesto, ya madurado. Es su sello particular.

“La sinceridad del deseo solo es comparable a la del poema.”

Si para el lector esta obra no es un poemario porque no cae en el rigor de la frecuencia del verso, favor remitirse a la siguiente expresión del artista:

“-quien quiera verso que corte los renglones por donde le plazca”. O si es acucioso, los descubrirá invictos resguardados entre  los mismos pliegues.

 Como ya se insinuó, Planas crea una travesía metafórica hacia el laberinto de los recuerdos, surcando la geometría del alma de las cosas; para ello  elude la frigidez de la contabilidad materialista y gramatical que imprimen el orden de nuestra cognición, nuestro hablar cotidiano, la frontera del entendimiento. Orden que no siempre le cuadra al poeta en sus cuentas íntimas para discernir esta aventura lírica y sapiente que nos traslada al espíritu que inundan algunas ciudades de Europa y de otras latitudes.

Como en toda obra ávida de amor, pero también con su accidental desembocadura, la melancólica tragedia romántica, no puede ser inspirada más que por una musa, en este caso baldía, que truene el látigo que excite a los corceles. Esta musa cuyas emanaciones eróticas sirven de eje por el cual se irán enrollando los pliegues en la rueda del tiempo. La efervescencia del poeta la dirige, procurando el ritmo y la velocidad necesaria, sin restricciones o impetuosidades absurdas. La musa es la encarnación de una beldad magnífica, y a la vez hiriente, común a casi todos los hombres, un arquetipo moldeado en la herrería del pensamiento donde también se forjará la base de  filosofías compartidas:

  “-Pero sólo somos lo que podemos ser.
Sobre esta ambigua posibilidad trata toda nuestra filosofía.”

Vemos a Planas, al poeta y al hombre (es la naturaleza trinitaria del protagonista) lidiar con los recuerdos de La Musa en “La Ciudad de la Letras”, o mejor dicho compuesta  por letras, hasta que el lector lo reconoce como un ángel caído en la vorágine de esas articulaciones urbanas que una vez le consumieron. Por supuesto que nada puede gozar de distinción sino es gracias a la luz y al prisma triangular que la filtra, creando entornos alegóricos de hermosa composición, aunque no por ello dejen de ser invadidos por ausencias y el dolor. Si bien estas aventuras de pareja parecen evocar desde luego una inquietante juventud, la imagen del Padre figurativo, del regidor y guardián del orden, de quien pone las piezas en el tablero cuya ira engendrará el caos al golpear con los puños la mesa, el universo, persiga y sojuzgue, siempre se podrá encontrar ese lado oscuro tras el ojo vigilante donde pueda habitar la intimidad liberadora, pues, ya trascurrida, sólo quedará de ella la “Arqueología Subterránea” de su propio recuerdo; que no es otra cosa que el precioso contenido escarbado por el lector.

Entre tanto pliegue carnal, volcánico, vivido a fuerza de extraños ritos; en el artificio de la vida o de la muerte; en la confusa abstracción de las ideas que van a parar incluso a sacos de basura; en esos pliegues ocultos se encuentra la esencia de la vida y, a falta de una gramática acertada que las haga tangibles, siempre tendremos la poesía para identificarlas con mayor deleite, sin necesidad de precisiones mecánicas. La obra del poeta habla por sí sola y por ello le trascenderá, en homenaje de todos aquellos que la inspiraron y seguirán moviendo.

Gracias amigo Juan, por enseñarme por donde anduviste. Allá a lo lejos.   

David Morán.
Tegucigalpa,

Octubre 2015.

viernes, septiembre 26, 2014

Inviolable


















La mujer que atrae con sus pétalos negros,
confunde con su perfume de celo,
constriñe con sus tallos espinosos
que desangran hasta la última gota.


Es ardiente hermosura
que acaricia el alba en la frente,
libera del hedor que guarda el alma pantanosa,
y mellando tus necias palabras
con un simple beso las borra.

David R. Morán.
Teguccigalpa
Septiembre, 2014.

lunes, junio 30, 2014

“El Artificio de la Realidad” (Novela).





La primera novela que publico, los invito ha descargarla, es gratis. Aquí la sinopsis. 

“El Artificio de la Realidad” cuenta la historia de Agustín Medina, humilde profesor de secundaria, que vive en su convulso país Honduras. Agustín comienza a experimentar una serie de síntomas físicos y psicológicos agobiantes, y presiente, con pavor, que se encuentra al borde de la locura. Con semejante predicamento, brega con una serie de ridículos impases hasta perderse en la confusa maraña de extraordinarias visiones, ya que “su realidad” ha sido trastocada desde los cimientos, hasta descubrir algo que muy pocos seres humanos saben que existe y posee gran influencia sobre la vida en la Tierra.


miércoles, mayo 21, 2014

El último vagón del último tren





A Karina Medrano. 
Nadia corre apresurada
a la estación del tren;
nadie la acompaña
en su larga travesía,
sola y vestida con donaire espera
a que el amor la bese
y se la lleve en el tren.

Nadia aguarda con discreción
y esperanza;
otras, como ella,
abordan cada vagón,
llevan maletas
donde custodian la estrella
con el ánimo de pegarla
en una nueva constelación.

todas caminan a paso lento por los pasillos,
mirándose con celo
mientras se leen el destino.
caminan con sutileza
pero dentro de sus pechos
hay temblores de una ansiosa locomoción.

Suena el pitazo
¡Nadia despierta de un sobresalto!
el tren comienza a partir
con las jóvenes que dicen adiós.
Nadia corre como gacela,
en su cabello una flor,
en sus manos el billete
que la familia le compró.

Nadie corre desesperada
tras el último tren,
Nada detiene la fiera marcha
del recorrido;
pero su flor palidece
por el largo sueño.
el ánimo se ausenta
y ya nada se puede hacer.

Nadia salta en un último esfuerzo,
todas las sujetan
para que no se caiga del vagón,
y desde el tren, ella mira,
la estación lejana.

Allá quedó, abandonado,
el amor que juró besarle los pies,
y la vio cómo se alejaba,
solitaria por siempre,
en el último vagón del último tren.

Poema incluído en el libro digital "La Guerra Ajena".
Ilustraciones: Felipe Solano.