A Karina Medrano.
Nadia corre
apresurada
a la
estación del tren;
nadie la
acompaña
en su larga
travesía,
sola y
vestida con donaire espera
a que el
amor la bese
y se la
lleve en el tren.
Nadia
aguarda con discreción
y esperanza;
otras, como
ella,
abordan cada
vagón,
llevan
maletas
donde
custodian la estrella
con el ánimo
de pegarla
en una nueva
constelación.
todas
caminan a paso lento por los pasillos,
mirándose con
celo
mientras se
leen el destino.
caminan con
sutileza
pero dentro de
sus pechos
hay temblores
de una ansiosa locomoción.
Suena el
pitazo
¡Nadia
despierta de un sobresalto!
el tren
comienza a partir
con las
jóvenes que dicen adiós.
Nadia corre
como gacela,
en su
cabello una flor,
en sus manos
el billete
que la
familia le compró.
Nadie corre
desesperada
tras el
último tren,
Nada detiene
la fiera marcha
del recorrido;
pero su flor
palidece
por el largo
sueño.
el ánimo se
ausenta
y ya nada se
puede hacer.
Nadia salta
en un último esfuerzo,
todas las
sujetan
para que no
se caiga del vagón,
y desde el
tren, ella mira,
la estación
lejana.
Allá quedó,
abandonado,
el amor que
juró besarle los pies,
y la vio
cómo se alejaba,
solitaria por
siempre,
en el último
vagón del último tren.
Poema incluído en el libro digital "La Guerra Ajena".
Ilustraciones: Felipe Solano.
Edición: Ana Patricia Moya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario