viernes, agosto 12, 2005

Tarde de Lluvia



Esta es una tarde fatigada
de relámpagos y muñecas sin cabeza,
harta de escuchar el trueno de la víctima
bajo el filo de un puñal y la sangre
que se dispara fuera de las venas.
Aburrida de sentir las sublimes precipitaciones
de estos murciélagos pensantes que no tocan fondo,
ni saben cual es el origen de los remeros que
los empujan con lágrimas de destello.

( como se inundan las casas y avenidas)

Los automóviles semanalmente están embotellados,
atascados por el peso de las nalgas deformes
que cargan día tras día.

Y nunca dicen nada
Porque ni siquiera les construyeron
boca con la cual puedan quejarse.

Sin embargo son mejor comprendidos
que la miseria que juega con la muerte
en aquellos parques que nosotros orinamos,
pidiendo vida y cenando hambres.

Con mas de mil lenguas limosneras
la calamidad, señores, está desparramada,
eternamente.

La tarde es aburrida.
Copiosamente aburrida.

David R. Morán
Tegucigalpa
1999

Nota: otro viejo poema.

7 comentarios:

Concha Pelayo/ AICA (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte) dijo...

Describes perfectamente esos estados de ánimo que cunden en todos nosotros en esas tardes largas, oscuras, tristes... donde se almacenan los recuerdos y la soledad nos pesa. Cuando ocurre eso lo mejor es enfrentarse con uno mismo y patear la naturaleza. En esas tardes se escriben cosas como las que has escrito tú. Hablas incluso de nalgas deformes que ni caben en los asientos de los automóviles. Está muy bien. Y como metáfora también lo estaría. Saludos.

Luis Amézaga dijo...

Aburrida y lluviosa. Las tardes se prolongan como las cuentas de un rosario. ¿Misterios gozosos?

David, cada vez me gusta más la literatura que la vida. Me alegra comprobar que no estaré solo en ese viaje a ninguna parte.

Tbo dijo...

La esperanza es lo último que se pierde, quisiera que los días venideros fueran menos tristes, sin tantas voces que claman consuelo y refugio.

Anónimo dijo...

Me engulle la monotonía, no descifro el lenguaje de las gotas traqueteando por las vías de mis ventanas, los charcos reflejan miedo y los paraguas no protegen de la vida...ni la muerte...
La lluvia en la ciudad me hunde en el fango más despiadado.
¡Qué distinto es sentir el agua bailando tras los ventanales de un caserón en el campo! Ahí los truenos son risas, los relámpagos fuegos artificiales y el olor el prólogo a una tarde de amor...
Gracias, David.
Andro.

Michi dijo...

Lo cierto es que la sequía española nos está salvando de esas tardes angustiosas y deprimentes...sedientos pero alegres :)

scape95 dijo...

Muy bueno! :)

Anónimo dijo...

hermoso , simplemente hermoso!!!