viernes, julio 29, 2005

Aquiles y el Chocolate Mágico (Continuación)



II

Aquiles obtuvo una formación militar -esto no es de extrañar- pero casi siempre pasaba castigado más por idiota que por valeroso, leal e intrépido durante su estancia en la academia. Luego de terminar su servicio militar (del cual salió con baja deshonrosa), pensó en estudiar leyes; le dijo a su madre que también deseaba entrar en el servicio diplomático y quizá, algún día, llegar a convertirse en embajador de su pueblo en los Estados Unidos. Sharon se reía con las ocurrencias de su primogénito, puesto que en ese aspecto consideró desalentarlo hasta donde pudiese, ya había sacrificado mucho por darle un futuro a su cadete. Tenía seis jóvenes bocas más que alimentar y este muchachón era todo lo que le quedaba para enfrentar el agrio futuro. No lo podía perder ahora. El tipo que venía los sábados por la noche a verla no se responsabilizaba por nada.

El joven intentó ingresar por todos lo medio a la distante diplomacia, pero nunca pudo hacerlo. Al fin, se suscitó una tragedia, llegó la guerra a las Tierras Altas, lugar donde ahora residían los Sharons y Aquiles tuvo que ser enlistado nuevamente en el ejército.

Durante la batalla los generales no tardaron en darse cuenta de la peculiaridad de Aquiles, inmune a bombas, balas, granadas, golpes, etc. Al principio no podía creerlo, pero luego le encomendaron varias misiones que cumplió con éxito. Al terminar la guerra, con una apoteótica victoria para el bando de nuestro protagonista, fue declarado Héroe Nacional, divino guerreros de las uestes de las Alturas, señor del cerro piliguín y otras tonteras más. Se le concedió el derecho de tener varias esposas, un harem, mucho dinero y el pueblo le construyó un suntuoso palacio. Sharon y sus hijos también tenían su vida asegurada.

Años después, Aquiles derrocó una cruda dictadura en el país vecino, era imbatible, todo el mundo lo respetaba, mientras que sus enemigos le temían. Comenzó una larga historia de enfrentamientos por la justicia y la libertad alrededor del mundo, llegando a convertirse en emperador. Aquiles no se conformó con establecer un nuevo imperio, sino que también obligó a sus detractores y simpatizantes a pensar y vivir según sus reprochables y raras costumbres. Se había hecho un excéntrico hasta la médula. Nadie le podía cuestionar nada o él mismo acababa con la vida de quien se atreviera a contradecirlo. Ahora ya no era un idiota, sino un déspota soberbio.


III

Veinte años gobernó Aquiles esa parte del mundo -con mano de hierro cabe decir-, en otros continentes temían lo peor. Pero a todo chancho le llega su pascua y el señor emperador no era la excepción.

Cuando Aquiles llegó a los 55 años ya había conquistado y vivido casi de todo, por lo que pasaba muy aburrido gran parte de su tiempo; ya no tenía, vamos a decir, muchas cosas que lo motivasen. En una de esas de tanto inhalar polvo blanco y otras sustancias estimulantes, nuestro antihéroe se quedó arriba, enquistado en la demencia y en un sopor depresivo insoportable.

Resignado ya a continuar con este nuevo peso encima, Aquiles continúo mortificando la vida del mundo entero. Pero un día se le apareció un ángel, bueno, eso decía él –recordemos que se quedó en un cielo hippie- esta entelequia celeste le hizo ver su futuro, el ángel le dijo: “Muy pronto morirás sin remedio alguno, y el destino de tu alma será quemarse en el infierno por toda la eternidad, tú ya sabes por qué, no habrá chocolate ni vainilla o pistacho alguno que te salve”. Asustado por semejante revelación, Aquiles terminó prácticamente por volverse loco, desgarró sus vestidos -era tan esteriotipado el hombre- y corrió a las afueras de su palacio, en pleno campo abierto se tiró en la tierra y se revolcó entre espantosos gritos y llantos desconsoladores. Pero algo lo hizo que se detuviera: reflexionó –bueno, ya no era tan predecible-, se dijo a sí mismo: “Para salvar mi alma procuraré ser un hombre más justo y benevolente, sí, esa será mi tarea, y para demostrarle al ángel mi intención ayudaré aquel anciano que diviso desde aquí, el miserable no puede subir esa pendiente, lo ayudaré a llegar a su destino”. Aquiles corrió con una sórdida alegría en su corazón, pero no se fijó, de tanto dar santos como orate, que a su paso había un barranco, se precipitó al vacío cayó sentado justo encima de unos tupidos abrojos. Se incorporó adolorido mientras se quitaba unas cuantas espinas del trasero y miró correr la sangre sin preocupación, luego fue donde estaba el anciano y lo ayudó a llegar a su destino.

Mas tarde, ya en su palacio, su esposa favorita –la única después de Sharon que conocía su punto vulnerable- le limpiaba las heridas para evitar que se le infectasen; posteriormente, Aquiles le contó toda la historia del ángel y de su intención de dar un giro monumental a su vida. Aquiles estaba tan entusiasmado que, con gran gozoso, le hizo el amor a su esposa y, por primera vez en veintinueve años, consiguió que gritara con un placer orgásmico. Al día siguiente, al salir los primero rayos de sol, Nadia, su preferida, estaba empapada en sangre, ella pegó un grito de terror, inmediatamente los sirvientes llegaron a los aposentos y vieron el cuerpo de Aquiles inerte en la cama ¿Cómo es posible? ¡Nuestro amo es imbatible, es divino, no puede morir! Pero eso parecía. Llevaron el cuerpo de Aquiles ante los médicos reales; no había nada que hacer, era demasiado tarde, había fallecido.


Los parientes de Aquiles pidieron una explicación a los médicos de palacio que, gracias a una ciencia muy avanzada, dijeron con prontitud la causa de la muerte del soberano. El jefe de los médicos fue quien dio la noticia: “La cuestión es simple, el excelentísimo emperador se desangró por el trasero a causa de unas pequeñas lesiones”, “¡Pero eso no es imposible!” Grito Nadia “Yo misma le curé esas heridas ayer por la noche”. El galeno le respondió: “Disculpe su alteza, no sabíamos que nuestro excelso emperador tenía un problema” “Si, lo sé, juré guardar este secreto por seguridad, sus nalgas no estaban protegidas, pero esas espinas no pudieron matarlo” se adelantó a decir Nadia, al lo cual el doctor nuevamente respondió: “No me refería a eso, su alteza; su marido, nuestro ex soberano, era hemofílico. Y al terminar su explicación todos cayeron sobre ella y también cargaron contra el resto de la familia del emperador como hienas que esperaban el momento oportuno.

Autor: David R. Morán

10 comentarios:

scape95 dijo...

Muy bueno!! :)

Musa Floydiana dijo...

Hoy se me apetece nuevamente tu escritura. Para ser mas exacta el imprir es poco, sinceramente cuando tenga un hijo- si es que tendre-mejor dicho cuando tenga un pequeño a mi lado le leere este maravilloso "aquiles".Gracias.

http://www.fotocommunity.de/pc/pc/mypics/425066

Mi otro espacio odnde tambien logro desprender un poco mas de mi. Besos desde estos lares.

Luis Amézaga dijo...

Ay Aquiles, todo cerdo está hecho para la matanza. Y es que ser imbatible, aburre.

Michi dijo...

No hay emocion, es como en un videojuego cuando juegas en nivel "Facil"

David Morán dijo...

Así es amigo Mickel, y más si el mismo cerdito se prepara para la fiesta.

A veces el respeto se gana con la justicia, no por la fuerza, pues, si esta se te acaba...

Don Michi, esto es meramente otra narración "histórica", nada más. Otro día veremos más acción.

Michi dijo...

Hey!! No era una critica!! Me referia al aburrimiento de Aquiles, conquistaba sin emocion y una vez lo tienes todo...

David Morán dijo...

ja, ja, disculpe pues Don Michi, supongo que malinterpreté sus palabras. De todas formas, las criticas me importan si son constructivas, que para aprender estamos.

Tbo dijo...

El final me ha dejado un poco transtornado, en holliwood dicen que no es bueno matar al heroe. ¿Hemofilico?, ¿murio desangrado?. Ese angel ha sido muy blando, personalmente le hubiera liquidado de otra forma más cruel. Un angel exterminador a lo terminator que lo empale en la torre castillo. Aquiles era un maldito dictador, un diablo. Nada de soberanos. Solo salvaría a Sharón de los depredadores porque a lo que imagino, con ese nombre tiene que estar muy buena.

PD. Uhmmm

David Morán dijo...

Eso es lo que me agrada de ti amigo Tbo, que aportas más imaginación a la imaginación. Le proporcioné esta muerte a Aquiles pues, como algunos y auténticos personajes de la historia universal, han podido batirse en muchas contiendas saliendo victoriosos pero, al final, los han derrotado (supuestamente) simplezas de la vida cotidiana. Creo que Alejandro Magno es un caso. No sé. El ángel parecer jugar un papel catalizador en el desenlace final. Al fin y al cabo, lo que le espera a Aquiles después de esta vida, no es precisamente un palacio lleno de mujeres hermosas. Gracias por tus palabras.

PD: La figura de Sharon queda a la imaginación de cada lector. Yo la imagino pelirroja, tú, supongo, rubia.

Concha Pelayo/ AICA (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte) dijo...

Amigo David: Precioso e ilustrado texto. Verdaderamente escribes de forma execpcional. Te felicito.