Hoy me levanté hecho una cucaracha, me percaté de ello desde el primer momento, así es que no pretendí negármelo; debajo de la cama quedó el librito. Me reincorporé calculándolo hasta donde la lógica me lo permitía, no encontré alternativas de retorno, tendría que continuar mientras me ajustaba las alas. Sabía lo que observaría frente al espejo, de la dificultad al restregarme el exoesqueleto con las patitas, supuse entonces que tales movimientos no eran indispensables. De todas maneras mis nuevos miembros jugaban con la explosión de las burbujas y el shanpoo para cabello grasoso, experimenté de ante mano el horror de mis padres y la lástima de la hermana. Pero nada de eso me contuvo.
Tomé un pequeño sobrero (adoptando mi verdadera naturaleza), le abrí un par de agujeros para que entrasen mis antenas, agarré el bastón del abuelo ya que me era sumamente difícil mantener el equilibrio en mis actuales condiciones, por último, cogí mi agenda donde suelo anotar las cosas que menos me importan, las que casi siempre son indispensables para vivir y salí a la calle, como todos lo días, a trabajar.
La gente al principio me miraba con estupor, después en un “ vive y deja vivir” todos desfilaban como siempre; sin prestar atención a los pordioseros, los orates, los limosneros, la joven que pide auxilio pues la atracan y, por supuesto, a mí. No es tan malo como presumen, puedo divisar el sabor de las golosinas a tres cuadras antes de llegar al quiosco de dulces, ese que aún no logro ver. Un curioso calambre mi hace dar brincos y las alas se excitan, me ahorré mas de 30 metros por lo que pude apreciar.
Inesperadamente un policía sujetó una de mis patas, me dijo –Queda usted arrestado- yo le pregunté cuál era la causa, él me respondió –No lo sé ni me importa, cumplo órdenes simplemente-. ¿Quién dice que no se puede morder? Si casi le rompo todo el uniforme al oficial. Trepé por los edificios, era más ágil en las paredes que por las aceras. Me refugié en la iglesia, supuse que ahí no me encontrarían.
El sacerdote me dijo –Eso te pasa por andar leyendo papadas, mirá como quedaste, sólo falta que te apoden cri-crí-. Yo le explique que no era un grillo, sino un hombre, le pedí que me ocultara, la justicia me perseguía sin causa alguna. El cura aceptó; ahí pasé el resto de la mañana. Platicamos bastante, me dijo que eso era cosa de todos los días; andan agarrando gente por ser quien es, la llevan a campos de concentración, la ponen a trabajar como esclavos y, cuando ya no les sirven, los matan antes de que se pregunten por qué. -¿Quién ordena eso?- El cura me respondió: -el señor Conde, pero a ese nadie le ha visto, de él se sabe que manda, eso desean que sepamos-. Luego me invitó a una copa de vino, de ese que usan para consagrar. Al llegar la tarde tomé la determinación de buscar al señor Conde por mi cuenta y explicarle mi situación, el cura me aconsejó: -Mirá, andate donde el señor científico, aquí estamos ciegos sin él, probablemente te ayude a encontrarlo, pues el Señor Conde es tabú para el resto de la población.
Así lo hice. Llegué al laboratorio, el señor científico me examinó, no lo creía, se puso a reír, yo hice lo mismo. No platicamos, estaba muy ocupado. Recuerdo que cojeaba mucho y le costó llegar a un cajón donde guardaba unos lentes. –Si no fuera por esta cojera, te digo que ya hubiese terminado de descifrar el mundo- se increpó a sí mismo, sin tener culpa. –cuando bajés a la ciudad busca el palacio municipal, ponte estos lentes y verás al señor Conde, no sé si te atenderá, pero al menos lo tendrás localizado.- me dio los lentes y se marchó.
Bajé hasta dar con el palacio municipal, claro, trepando las paredes, la calle estaba llena de policías. Encontré un buen sitio donde dejarme caer sigilosamente, ahí, entre unos arbustos, me puse los lentes y miré con atención el edificio. Quedé estupefacto, mi percepción visual cambió por completo. El palacio municipal era un perro sin patas ni dientes, afianzado en el suelo por medio de numerosas cuerdas y cadenas; tenía garrapatas por todos lados, enormes animalejos que se hinchaban como globos asquerosos. Los tenía en el hocico, en la panza, en las orejas, en las partes nobles, algunos incluso reventaban de tanto chupar sangre. El pobre perro estaba chillando de desesperación. Mientras, un sin número de escarabajos lo alimentaban para evitar que pereciera.
De repente sentí que me observaban, algo golpeó mi espalda, el dolor era intenso, me arrastraron entre todos, ya no podía escapar. Los lentes quedaron tirados muy cerca del jardín, se habían quebrado.
Me encerraron con otros hombres, uno de ellos era un tipo alto, no parecía ni rico ni pobre, ni judío ni ateo, ni alemán o checo, ni escritor o abogado. Con él si que charlamos largo y tendido de sus amoríos y aventuras; no parecía atribulado, todo lo contrario, estaba bastante sereno. Él era el único que no se extrañaba de mi condición, eso me inspiró mucha confianza. Lastimosamente dos hombres vinieron por él, lo sujetaron de los brazos para que no escapara. Corrí a la ventana para ver a dónde lo llevarían; caminaron los tres por una vereda, los supuestos policías colocaron a mi ex compañero de celda boca arriba y le ensartaron un hierro de muerte; así murió, como un perro.
Eso me consternó demasiado. Tomé un lápiz y anote algo verdadero en mi agenda, garabateaba un poco, era la primera vez que escribía con patitas de cucaracha y la primera vez en mi vida que comenzaba a componer un poema.
Autor:David R. Morán
6 comentarios:
La verdad lo siento por tu compañero de celda, no sé si el cuento continua, quizás aún puedas salvar a ese personaje del hierro como desenlace fatal, me sentia identificado con el y me hubiera gustado conocer su historia, lastima lo del hierro vil.
El argumento que utilizas, me recuerda a Kafka en "la metamorfosis" y en "el castillo", un buen libro el primero, corto como a mi me gustan, lo bueno si breve, "dicen" dos veces bueno. Sobre el castillo, como en la escena del padre y la busqueda del palacio y el conde, todo es más surrealista, me cuesta más imaginar un palació semejante a un perro voziferante lleno de garrapatas chupándole la sangre, aunque bien mirado, Dalí te lo dibujaría bien.
Por cierto amigo grillo o cucaracha como prefieras llamarte, ese día no llegaste al trabajo, te metierón en la carcel, te lo descontaré del sueldo. Y es que no se puede andar por ahí con esas pintas, vas asustando al personal. Saludos.
Mis padres me decían, "los libros no muerden" mis maestros me lo repetían, y aún mis tíos y padrinos. Yo, incauto y confiado, me abalancé sobre ellos sin profilaxis alguna.
Y en cuanto menos me di cuenta, ¡Zas!, quedé inmóvil flotando en una pileta del acuario...
¿POR QUÉ NADIE HABLA DE ESE CONTAGIO? ¿ES QUE NADIE VUELVE DE ESTE ESTADO PARA AVISAR?
Igual, ya es tarde, ya estamos dentro de algún cuento...
Te entiendo ¡mi amigo! me deslumbraste con tu kafkiano relato y simplemente me puse chapotear de alegría con mi larga cola... cosa extraña para un axolote como yo, que me ando quietesito todo el día.
SALUD, y KEEP WALKING!
Lamentablemente la historia ya está terminada, no hay más que decir de mi parte, a no ser que alguien desee continuarla la dejamos así. Tbo, la persona con la que te sientes identificada verdaderamente existió, supongo que ya los sabes, la vida de Kafka es tan interesante como sus historias. Al menos para mí.
Claro, el relato está basado e inspirado en algunas obras del mentado autor, es como una especie de homenaje, a lo Kafka, para uno de mis escritores favoritos, Kafka. Hay otro elemento oculto que no le pertenecen ni al autor ni a mí, el cual quise adaptar y enlazar con mis ocurrencias.
Aquí estamos, atrapados por la letra, a lo OdinGhost; yo, para ser franco, no sé si soy cucaracha u otra alimaña, pero el modelo de salamandra mexicana no me caería nada mal. Mantengo la marcha a pesar de que el sol me pega en la frente, lo malo es que no sé a dónde voy... saludos a ti también amigo fantasma.
Si a mi también me gusta como escribe "K". En cambio su vida no me gusta tanto, escritor maldito, podia haber tenido mejor suerte.
s÷olo por que yo siemrpe he querido escribir un texto de una cucaracha y no he podido.
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Gracias por seguir publicando la palabra.
Sigo diciendo que la zoofilia está de moda.
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