Los Espacio Vacíos se Quiebran

Acaba de llegar, sus huellas se posan sobre la alfombra; imaginamos solamente su recuerdo, pues es inútil concebirlo tan sólo con las palabras. Miren al refrigerador, se encuentra helado de miedo, a pesar de que, desde el año pasado, no está enchufado al tomacorriente. Todo se estremece, excepto el hedor de las verduras muertas que se tambalean ante la podredumbre y las bacterias. Vemos el espejo entrecortado que nos ilumina un semblante pálido. Atrás, en un invisible reflejo, cinco dedos sujetan el cuello mientras el exceso de agitación, sorpresivamente, le rompe la garganta. El líquido rojo desparrama mudas e innecesarias quejas, por mas que se intente presionarlo la vida se escapa volando por la ventana. Nos asfixia esta atmósfera, al fin gritamos y se rellenan los espacios. Él acabó, ni nace ni muere, nuestro vino se desperdició y hay que limpiarlo todo, claro, la alfombra está empapada de ebriedad, al tocarla con los dedos lo corroboramos; después de tirar los vegetales al basurero iremos por otra botella que adornará nuestra alacena. ¡Caramba! La jaula está vacía, ya se nos escapó otro canario. Todo va feliz, el refrigerador se está derritiendo mansamente.