El otro día me tocó platicar con
un charlatán resabiado que, aparte de eso, me salpicó el ego con la acidez que
produjeron sus idioteces. Para este personaje fue un intento, creo, por demeritar
mi gusto por la poesía.
Como todo buen narcisista, supo tomar la palabra y poder retenerla el mayor
tiempo posible, o hasta que su aliento y saliva se agotaron de tanta verborrea;
sólo así pude tener chance (corto, por cierto; pues mi interlocutor se reponía
con rapidez olímpica.) de objetar su ingenuidad cultural con respecto al idioma
materno que hablamos: el español; luego afrontar el asunto "poético" que nos competía.
Me apena saber que hay personas
cuyo desarrollo cognitivo no es capaz de sobrepasar el pensamiento concreto,
tangible y medible con el cual, supuestamente, asumimos la realidad. Pues de
otra forma sería capaces, no de comprender el significado de un poema o trozo
del mismo, sino también de descubrir la musicalidad que habita en la más humilde
composición poética ¡Y disfrutar de ella! Sabiendo de ante mano que la poesía
va más allá del verso, a continuación cito un fragmento del poemario escrito por el amigo
Marchena:
“A dónde llegar sin voz
con un azuelo vivo
que dispersa las vocales
por las autopistas
de la tráquea”
Podemos afirmar que el pensamiento puede coger forma de ritmo, ese
pulso posee una musicalidad que no puede ser reconocida por algunos idiotas. No
quiero decir que, si alguien es incapaz de entiender un poema contemporáneo es un
idiota, sino que el idiota, a pesar de aprenderse de menoría cierto poema debido,
precisamente, al ritmo reiterativo de la musicalidad, no quiere admitir el
valor artístico que ello supone, ya que su mente ha sido presa del minimalismo
salvaje y vulgar de lo cotidiano. Lo que me recuerda otro trozo poético de
Marchena:
“Habría que decir que
bajo los tejados
habitan golondrinas
y que no todos los
hombres miran
hacia el cielo, salvo
en determinados
eclipses que precisan
de cristales rotos. “
Bajo los tejados habitamos
nosotros, más que las golondrinas, y la musicalidad habita en ellos. En todo
aquello que puede ser convertido en poesía. Ese mirar al cielo nos revela una
verdad eclipsada por los cristales con que apreciamos nuestro entorno.
“Ese hombre esa mujer adolecen
De la musicalidad de
las formas.”
Hay quienes enmudecen su entendimiento ante el decoro de la
naturaleza. De igual forma, ante la lectura de versos alegres y, desde luego, irónicos:
“Un brindis por su
majestad la reina
Un brindis por los
desahuciados
Un brindis por el exorcismo
de Raimundo I
Un brindis por el
desagravio del poeta”.
Algo más pernicioso todavía es que, otros tantos, por
salvaguardar su ideológico proceder, mediante la corrección política implantada,
comenten crimen contra la belleza de nuestro idioma, que entorpece la
producción de esta musicalidad.
“En el siglo XXI las
arrobas
Iban de la mano
destrozando
La musicalidad de la
entrepierna”.
“…en música del Jazz que evoca el poema”. Tal parece que el arte inspira el arte. De aquí Adolfo Marchena toma el ritmo que necesita para
hacer poesía. Gracias a un séquito de héroes musicales que dominan el Jazz, a
los cuales el poeta rinde homenaje en ciertos pasajes metafóricos, se puede disfrutar
“Musicalidad de los tejados”, como si de una partitura se tratase, mientras
la voz, nuestra voz, es el instrumento que le proporciona vida.
Existe musicalidad en la intemperie, cabe añadir, donde se refugian hombres y mujeres que Marchena detalla, con analítica sutil y una pizca de crítica indeleble, que deja tras
su rastro el sabor agridulce de la verdad.
Los que no están acostumbrados
a leer poesía, deberían tener dificultad a la hora de entender algunas expresiones poéticas en dicho libro, o en otros. Sin embargo, esto no es algo difícil de superar. De ninguna manera. Puesto que "la
complejidad" se logra esclarecer, y disfrutar, gracias a la cita que da apertura al
libro en cuestión; es la clave (y llave) que debemos tener presente:
“Alguien: ¿Qué es el Jazz?
Duke Ellington: El Jazz no es el qué, es el cómo.”
Lo mismo se puede aplicar a la poesía.
Por tal razón, diríamos que el Jazz es una forma de poesía; o que la poesía
también puede manejarse como Jazz, y que la vida lleva implícita sus ritmos y
entonaciones, de una diversidad casi infinita; más si se desdobla gracias a la
imaginación. Esto es patente en la poesía de Adolfo Marchena que se puede disfrutar en su nueva entrega:
Saludos.
2 comentarios:
Estimado amigo; gracias por escribir tan excelente estudio sobre Musicalidad de los tejados. Compruebo que la poesía no siempre viaja sola.
Un abrazo,
Adolfo Marchena
No discutas demasiado con resabiados prosaicos. Ya sabes que los hijos de las tinieblas son más listos.
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