lunes, septiembre 01, 2008

En el jardín nocturno

Se quedó atrapado en la desilusión sin paliativos psicológicos ni esperanzas. Comenzó ha aburrirse del lugar inacabado donde se paseaba: un jardín laberíntico de paredes y setos que le daban hasta las rodillas, de muros inconclusos con inscripciones ilegibles, estatuas a medio hacer de cuerpos deformados por la falta de atención. El espacio enorme encima de su cabeza, negro como la peor de las noches, de clima inerte lo cubría todo. A penas se podía ver iluminado el solitario contexto donde quedó abandonado a la espera. Hasta la sombra que le acompañaba no justificaba su presencia y trastabillaba de vez en cuando quedando rezagada de la silueta del hombre que le tocó imitar, un tipo atrapado en la jaula de desconciertos y mal interpretados deleites hoy evidentemente olvidados.

No veía la hora de que todo terminara, más bien recomenzara, porque no toleraba vivir así para siempre. Temeroso de encontrar en su interior un gusto femenino por las rosas que le eran repulsivas, a pesar del placer de su contacto y el dolor infringido por sus espinas que daba evidencia de estar vivo, tomó asiento en una butaca del pequeño parque contiguo para leer por quincuagésima vez, de las tres mil que llevaba ya contadas por grupos, la lectura de un librito de veinte páginas, una obra que quedó pendiente desde que empezó la presunta demora que lo dejó ahí abandonado. En su cabeza esbozó mil quinientas maneras de seguir la trama sin que ninguna lo satisficiera, olvidando la mitad y siendo atormentado por el morbo de la otra.

No le cupo duda. Era un personaje de ficción cuya única habilidad descrita consistía en contar sus desavenencias de forma infinita. Tampoco pretendía hablar de ello ahí sólo por temor a volverse loco, tanto así que la lengua le pareció un molesto inquilino en su boca; y para que no perdiera la sensibilidad en dicho órgano solía mordisquear la tierra de vez en cuando, hasta que un día se le ocurrió escarbar en busca de una salida. Al menos no le caería mal un fiasco para variar. No paraba de sacar tierra, por lo que decidió desistir del asunto, de lo contrario no tendría espacio por donde deambular.

-Son tan crueles los escritores- Se decía en mente-Cuando dejan sus obras a medio palo y cada personaje es preso de aburridos capítulos inconclusos.- El pobre personaje se entregó nuevamente a la eterna rutina que condicionara su existencia al conteo irreflexivo e inútil, sin saber que el proyecto por describir su vida había sido cancelado por considerarse un infructuoso e inconsistente esfuerzo literario.

3 comentarios:

Luis Amézaga dijo...

No se cierra el círculo ni para los personajes creados, a imagen y semejanza del personaje increado.

Anónimo dijo...

El contexto literario tiene luz.

Saludos

Michi dijo...

Pobre personaje...snif...quien sabe, quiza en el futuro le hagan salir de su jardin...