lunes, octubre 03, 2005

EL Caminante

(Versión 2.0, acortada para blog)


Caminaba por esas calles estrechas que atrapan sombras. Cabizbajo, iba esquivando, con aquel contoneo lúdico, las grietas producidas por el pelaje de la acera.

Se detuvo frente a la librería, justo en ese momento alzó la mirada hacia otro negocio, una panadería. Está hambriento, no come ni duerme bien desde hace algunos días. Además, perdió su trabajo y las oportunidades escasean; de esperanzas no se puede vivir por mucho tiempo y, por más que lo abrumen tales sentimientos, estos no satisfacen tripas ni pagan la renta del cuartucho donde vive noches de insomnio, intentado sobrevivirle a los fantasmas dominicales.

Hay pasteles, golosinas, refrescos de cola y batidos de frutas. Entra al establecimiento llamando la atención de inmediato, eso sí, atendido con la afectuosa costumbre de siempre, a pesar de su apariencia desaliñada. Le ofrecen una toalla para secarse la cabeza. Agradece tal gentileza y luego compra el producto habitual (Pues nadie más lo desea adquirir). La chica que lo atiende le obsequia unas consoladoras palabras adornadas de esperanza. Ambos se despiden escondiendo sus propias verdades.

El andar no varió. Ahora las calles estaban infestadas de indigencia, el comercio se iría a dormir pronto. Los perros fugaces serían los amos de las tinieblas y el grito chispeante del neón brillará, como siempre, al estrellar su existencia sobre el rocío del asfalto.

“Ahora sí” Se dijo a sí mismo, “Es hora de compartir con los espectros”. Sacó de su bolsillo un librito, lo ojeó un par de veces, era un poemario.

En una hoja, un poema. Rompió la hoja y se la dio a una anciana.
El poema decía:
Noche vasta de lunares,
piel helada, girasol,
ardiendo está tu amanecer.

La anciana tomó el papel, gracias a este pudo avivar el fuego que le daba cobijo, por un rato.
En la siguiente hoja, otro poema. Rompió la hoja y se la regaló a un niño lombriciento.

El poema decía:
Cazadores, ojos saciados,
jubilosos estigmas cetáceos,
viven festividades vegetales.

El niño ocupó el papel para tomar un puñado de arroz que descubrió sobre un tiradero.
Rompió, el caminante, una tercera hoja con otro poema, se la tiró a un beodo bañado en su propio fluido estomacal.

El poema decía:
Dentro del corazón sano
no hay rencores tras redes,
aguas cristalinas va bombeando.

El beodo se limpió las barbas con el papel, aquella borrachera lo estaba traicionando.

Nadie leyó los poemas, eran los analfabetos de siempre. El caminante desocupado lo supo desde un principio. Entró a su habitación, se sentó en el inodoro y se preparó para expulsar algo más que desperdicios.

Abrió el librito y se puso a leer un poema:

Asolapado, meditabundo,
un gato se devora la cola sobre el espejo.
Espera, quizá, que alguien lo auxilie
con el sublime canto de un vómito.

Terminó, y como quien tiene el deber de practicar lo que pregona, realizo el siguiente acto:
En la hoja donde estaba escrito este último poema, rompió la hoja y…luego, la duda lo invadió “¿Hubiera sido mejor comprar aquel pedazo de pastel en la panadería en vez de este librito de poemas?”. Demasiado tarde. El papel infecto de versos, engrudado ya, se iba sin remordimientos directo al vientre de un remolino profundo y mal oliente.

Autor: David R. Morán
Tegucigalpa
Octubre 2005

12 comentarios:

Luis Amézaga dijo...

Por fin la poesía sirve para algo :)

scape95 dijo...

Jeje, iba a decir lo mismo que Luis. Pero los lo decimos en broma, ¡al menos yo!

Me gustó el relato.

Salu2!

Tbo dijo...

En fin, resulta desolador el uso que podemos hacer del papel y de la poesia del conocimiento.

"No sólo de pan vive el hombre."

Personalmente te digo, que tendré que volver a leer tu escrito.

Tbo dijo...

..., Buscaré un poema que pueda grabar en mi memoria, quizás así lo rescate de ese lugar apestoso y maloliente donde realizamos nuestras necesidades.

Tbo dijo...

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Antonio Machado.

David Morán dijo...

Amigos Mickel y scape, sabía que harías ese comentario desde que colgué el post. Así es, a veces da para más la poesía.

Ricardo, ¡hombre! es bueno saber de ti, gracias por el comentario, no nos hemos olvidado del todo de vos, ahí estaremos en contacto, amigo chileno.

Camarada Tbo, gracias por el aporte literario, supongo que ese será el poema que piensas memorizar, muy bueno, sencillo y melodioso. Antonio Machado, me suela. Poemas que siempre me gustaron leer son los de Vicente Huidobro.

Saludos.

Michi dijo...

Muy bueno David, prioridades tiene la vida, que va priemro...los pasteles o la poesia?? :)

David Morán dijo...

Supongo que los pasteles Don Michi, pero, como lo dicen arriba, a veces la poesía sirve de algo También.

ShAdOw dijo...

Wooow imprensionante relato, vivido como todas las historias que leo aqui, me gusta la poesia,pero mas me gustan los relatos que me hacen vivir la poesia...

Un fuerte abrazo...

Pd. crei que los periodicos tomaban el lugar en que terminó la poesia =S

David Morán dijo...

Gracias estimada Shadow, pero la verdad es que aún no me dejan del todo satisfecho estos relatos. les falta, les falta calidad.

3ratonesciegos dijo...

INTERESANTE... nos encanta esa linea urbana, decadente... ese poemario nos lo comimos hace mucho tiempo

Anónimo dijo...

me encantó su relato a mí también. Aunque espero que su poesía sirva para algo más.. =).

siempre me gusta encontrar algún cuaderno viejo con viejos poemas de mi abuela entre los cajones..!