lunes, febrero 25, 2008

Lo que necesitamos…


Tiempo para trabajar y llevar el sustento. Tiempo para los hijos y otros parientes, para la pareja; tiempo para entenderse y formarse uno mismo, para la comunidad, los amigos. Tiempo para nuestras creencias.

Tiempo para divertirse, para descansar, reflexionar, instruirse y actualizarse. Tiempo para prevenir contingencias. Tiempo para cubrir nuestras faltas y dilemas.

El desarrollo evolutivo e intelectual nos enseña que necesitamos repartir eficientemente nuestro tiempo activo para sustentar una existencia sana, productiva, plena y satisfactoria. La cantidad invertida en cada tópico dependerá del uno mismo, de sus necesidades biológicas, anhelos e ideales.

Para aquellos que se guía por el principio del placer: tiempo para vivir con intensidad cada momento, buscando el espacio temporal donde se geste la satisfacción inmediata y duradera.

Para otros que se guía por el principio de la realidad: tiempo para comprender, para estructurar sus ideales y horas para caminar bajo su luz.

Concebimos el tiempo en horas. Unidad de medida para el cambio, pues es la constante eterna. Una roca aparenta estar inerte durante miles de años, pero se mueve: al rotar la tierra en su propio eje, cuando ésta baila alrededor del sol cada cierto tiempo, al deslizarse el sistema solar por la vía láctea que forma parte del universo conocido en constante expansión. Nunca estamos en el mismo sitio ni en la misma forma, la materia vive de variaciones dinámicas e invisibles. La personalidad humana parece regirse bajo el mismo principio.

Necesitamos ser dueños de nuestro propio tiempo, aquí y ahora, sin apartar la mirada del horizonte lejano. Cambiamos, pero a la vez intentamos conservar aquello que nos mantiene.

El tiempo de la vida humana es, en comparación a la inmensidad del cosmos, un mortero que estalla en el firmamento cuya estela de múltiples colores ilumina el vacío, la nada. Un pestañeo que apenas se dibuja en la humeante memoria de las estrellas, disipándose.

Ladrón aquel que nos roba el tiempo, o aquel que, bajo coacción, monopoliza nuestras horas en alguna actividad específica. No hay mejor tiempo que el establecido por la persona misma; si existe el riesgo de desperdicio, la responsabilidad recae en el plano particular o bajo unos pocos allegados.

El tiempo impuesto por un sistema totalitario, de no ser eficiente, desperdicia la vida de todos, sin responsabilizarse por nadie. Y de ser eficiente, sacrificaría sin lugar a dudas gran parte de nuestros espacios temporales tan necesarios, bajando la eficiencia y empeño invertidos en los mismos. Así se cataliza la decadencia en las sociedades humanas.

Sin una forma organizacional que no respete nuestros tiempos, seguirá aumentando el número de vidas con profundas insatisfacciones y crisis existenciales.

Saludos.

Autor del texto: David Morán. Tegucigalpa
Febrero 2008.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El tiempo es el mayor de todos los tesoros concebibles. Es un glotón que devora juventudes y el juez implacable de la inercia.
Excelente post David.

Saludos

Anónimo dijo...

Comparecer el ritmo interno, ese que nos reconoce con 5 o con 50 años, y sean las que sean las experiencias trancurridas, con el ritmo de los otros, y con el ritmo de una sociedad que funciona por un mecanismo que los propios individuos desconocen. Llegar al éxtasis juntos no se da ni en parejas acopladas durante años. El tiempo es una creación muy humana para hacer digerible el caos del Universo, que maneja un orden que se nos escapa.

Anónimo dijo...

David, en mi blog dejé algo para tí.

Un abrazo

Michi dijo...

Cuando era joven me sobraba el tiempo y no tenia dinero...ahora no me sobra ni lo uno ni lo otrp :)